Crónica de una caminata posincendio al Balcón Norte: entre el silencio del paisaje y un encuentro inesperado
- ABRIENDO RUTAS

- 15 dic
- 4 Min. de lectura
Por Ricardo Explora – Guía del Parque Nacional Quebrada del Condorito
Luego de un desayuno temprano, partimos desde el estacionamiento del Parque Nacional Quebrada del Condorito rumbo al Balcón Norte. Me acompañaban Joaquín, un ingeniero electrónico sueco de visita en Córdoba, y Claudia, una ex directora de escuela jubilada, residente local.
La jornada se anunciaba calurosa, pero eso no nos detuvo. El objetivo era claro: observar y fotografiar cóndores, esos gigantes del aire que sobrecogen cada vez que despliegan sus alas en el abismo.

Joaquín, que vive en Estocolmo, hablaba sueco e inglés. Nos entendimos en inglés, con fluidez moderada pero con voluntad mutua. Claudia, con su experiencia en educación, aportó conversación, anécdotas y una mirada aguda sobre el entorno.
Esta fue mi primera guiada oficial tras el incendio de mediados de octubre, que arrasó con 7.000 de las 37.000 hectáreas del parque. El paisaje había cambiado. Las lluvias recientes trajeron algo de verde, pero aún el ambiente se sentía frágil. Muy frágil.

Caminos borrados, pastizales asomando
Los brotes de pastizales de altura comenzaban a emerger tímidamente entre las cenizas. Algunos tramos del sendero estaban desdibujados, erosionados, marcados por el paso de vehículos de emergencia.

En el estacionamiento todavía permanecen unos diez autos calcinados. No tomé fotos. Me pareció correcto respetar la intimidad y el dolor de quienes los dejaron ahí.
La naturaleza, sin embargo, da señales. A la altura de la estación 6, pude observar —y documentar— una Yarará bebé de unos 15 cm, cruzando ágilmente la senda para perderse entre los renovales de pastizal.

Pocas aves y un solo cóndor
A nivel de fauna visible, fue un día tranquilo. Avistamos algunos zorzales, unos cuantos jotes y un solo cóndor.
El sector conocido como “Los Baños del Cóndor” —una lagunilla donde suelen descansar y acicalarse varias decenas de estas aves— estaba vacío. Suele ser un espectáculo natural visible desde el Balcón Norte con binoculares. Hoy, en cambio, reinado por el silencio.

Conversé con Matías, guardaparque del área, quien me comentó que la población de cóndores está estable, y que lo de hoy simplemente fue un día flojo en avistamientos. Pero no puedo evitar preguntarme si la actividad del fuego no ha modificado, al menos temporalmente, sus patrones de descanso.
Un parque desolado
Lo dije a cámara mientras grababa para el blog: “Está desolado”.
A lo largo del camino no nos cruzamos con nadie. Como guía estoy acostumbrado a ver runners, familias, personas mayores, grupos de amigos, chicos. Gente que sube, que camina, que comparte un mate con vista a la quebrada. Hoy, todo eso faltaba.
Desde el incendio, rige una disposición que restringe el acceso a los circuitos autoguiados, como el Balcón Norte o la bajada al río, solo a los días sábados, domingos y feriados, y exclusivamente con guía habilitado.

El encuentro inesperado
Justo cuando grababa para redes, ocurrió algo que cambió el tono del día: me crucé —sin planearlo— con la Dra. Elizabeth Gattolin, Intendenta del Parque Nacional Quebrada del Condorito desde el 1º de octubre.
Estaba en recorrido junto a Rita (brigadista) y a otras personas extranjeras. No dudé. Como periodista y guía habilitado por la Administración de Parques Nacionales, le pedí una entrevista.
Fue espontánea y reveladora. Hablamos del trabajo posincendio, del esfuerzo de brigadistas y técnicos, del apoyo recibido desde el Estado Nacional y del compromiso que asumió desde su gestión.
"La reapertura del Parque Nacional Quebrada del Condorito sería a partir del 15 de enero de 2026", me dijo, sin rodeos.

Una entrevista con sabor a poco
La entrevista completa ya está publicada en el blog. Pero en esta crónica me permito una reflexión más personal, incluso autocrítica.
Por lo improvisado del momento, siento que como periodista me faltó velocidad de reacción para repreguntar una cuestión clave: ¿Qué opinan los biólogos, los investigadores, quienes conocen verdaderamente la dinámica ecológica del parque, sobre los tiempos que necesita este ecosistema para recuperarse antes de una reapertura masiva?
Me lo pregunté en voz baja al seguir caminando. Y aún me lo pregunto.

La impresión como guía
Con lo poco que vi, y con toda la ignorancia que puedo tener como guía y comunicador —no como especialista en ecología—, la sensación que me quedó es que el parque aún está en etapa de convalecencia.
Vi el verde, sí, pero también cenizas sueltas, suelos flojos, tabaquillos muertos, senderos rotos. Sentí el peso del silencio donde antes había vida social y bullicio natural.
No soy ajeno a que abrir el parque también tiene valor social y económico, y que el turismo ayuda a recuperar. Pero hay algo en el cuerpo de quien camina y observa que te susurra que todavía no es tiempo.
Naturaleza, resiliencia y esperanza
La naturaleza tiene esa capacidad de elocuencia, tan poderosa como silenciosa de regenerarse. Y si bien hoy el parque parece a medio andar, sé que con las próximas lluvias —las de siempre, las del verano— el verde volverá.
Volverá el pasto, volverán los pájaros, los grupos de chicos, los mates y las fotos con cóndores. Volverá la esperanza.

Fue una guiada breve pero cargada de sentido. Joaquín se llevó sus fotos. Claudia, su caminata. Y yo, este testimonio.
El Parque Nacional Quebrada del Condorito está herido, pero no vencido. Y nosotros, quienes lo habitamos como intérpretes del paisaje, tenemos la responsabilidad de contarlo con sensibilidad, respeto y verdad.


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